Macario e Ismael, los protagonistas de La noche del lobo, se encuentran en una difícil situación: se han lastimado el tobillo y yacen inmovilizados en un camino solitario, a pocos metros el uno del otro. Se ha hecho de noche y ni siquiera pueden verse las caras, pero empiezan a dialogar mientras esperan que alguien llegue para sacarlos del apuro.
La novela transcurre dentro de una atmósfera minimalista, presidida por una luna llena que aparece y desaparece entre la niebla, un cuervo que los protagonistas suponen enamorado, un mochuelo y unos grillos que cantan. La luna ejerce sobre Macario un extraño influjo que le excita sexualmente y le obliga a fantasear con la idea de convertirse en hombre lobo.
Con estos sencillos mimbres, Javier Tomeo crea un texto divertidísimo, cargado de ironía y poesía, donde aparecen diálogos tan absurdos como sabios, tan paradójicos como evidentes, tan rutinarios como simbólicos. Con La noche del lobo, Tomeo regresa brillantemente a su estilo más puro, abstracto y metafísico, al de novelas como Amado monstruo o El castillo de la carta cifrada, hoy consideradas indiscutibles obras maestras por muchos estudiosos de todo el mundo.